En el mágico atardecer de ayer, el cielo de Valdivia se pintó con pinceladas de ardientes tonos naranjas y rojos, un espectáculo que solo la madre naturaleza puede ofrecernos con tanta generosidad. Desde la cabina de nuestro confiable Cessna 152, el conocido SVE, nuestro piloto, Marcelo Quiñelen, ejecutó un vuelo que no era solo un procedimiento de rutina, sino una danza aérea en el lienzo del crepúsculo.
Este no fue un vuelo cualquiera. El objetivo era probar el motor de nuestra aeronave, asegurando que cada componente funcione a la perfección, manteniendo así nuestros estándares de seguridad y eficiencia en las alturas. Pero, ¿quién dice que la responsabilidad no puede venir acompañada de belleza? Las pruebas se llevaron a cabo sobre el curso sinuoso del río Valdivia, y sus hermanos, el Calle-Calle y el Cruces, que se entrelazan con la ciudad como las venas de la tierra.
Desde la perspectiva privilegiada que nos ofrece el vuelo, las vistas eran sencillamente impresionantes. La pista del aeródromo Las Marías se reveló ante nosotros, bañada por la luz dorada del atardecer, un faro que guía a los viajeros del cielo.
Las fotografías capturadas son testigos mudos de la majestuosidad del momento, donde el reflejo del sol descendiente sobre las aguas de los ríos creaba un espejo de fuego y pasión. Este es el espíritu de la aviación, la búsqueda constante de la excelencia, no solo en la mecánica y la técnica, sino también en la capacidad de apreciar y respetar la inmensidad y belleza de nuestro entorno.
Invitamos a todos los miembros de nuestro Club Aéreo de Valdivia y a los entusiastas de la aviación a experimentar estos momentos únicos, a volar entre los colores del atardecer, y a sentir la libertad y la paz que solo se encuentran en el vasto cielo azul. Porque cada vuelo es una oportunidad para explorar, para soñar y para vivir la pasión que nos une: el amor por volar.
Ven y sé parte de esta aventura, donde cada despegue es una promesa y cada aterrizaje, un recuerdo imborrable. ¡Nos vemos en las alturas!